El punto y coma está desapareciendo como los osos.
El punto y coma es el negrito en el arroz y una especie en peligro de extinción, porque, además de in-comprendido, se evita muy a menudo. No falta quien crea que debe ser expulsado de todos los textos, pues considera que quien lo usa está en las ligas mayores ortográficas. El asunto ha llegado tan lejos que en los diarios en español está en franco desuso. Un análisis de varios periódicos dio como resultado bocas desencajadas como la del león al que se le atravesó Hércules:
Milenio: 40
Reforma: 23
El Mundo: 18 en total –15 de ellos usados por un solo columnista—
El País: sólo cinco.
ABC: ¡únicamente tres!
Es innegable, está en extinción ortográfica, Así que haremos nuestra labor a favor de su uso, que es más sencillo de lo que se cree. Y, para ejemplificar, quien mejor que Borges, de quien se dice hacía uso desmesurado de él:
1. Se usa para enumerar oraciones semejantes y próximas en sentido:
Llegan cajones de armas largas; llegan una jarra y una palangana de plata para el aposento de la mujer; llegan cortinas de intrincado damasco…
2. Sirve para unir oraciones largas e independientes que están escritas en serie:
No lo disputaban dos individuos, sino dos familias ilustres; la partida había sido entablada hace muchos siglos.
3. Se necesita para separar oraciones que son complejas y ya incluyen coma:
Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay.
4. Se utiliza detrás de los conectores de sentido adversativo –que contrapone dos elementos en la ora-ción—: sin embargo, empero, en cambio, no obstante; o consecutivo –donde un elemento es resultado del otro—: por lo tanto, por consiguiente:
Borges admite que su conocimiento es limitado; no obstante, es el suficiente.
Las funciones del punto y coma son tan particulares que no pueden reemplazarse con otro signo or-tográfico. Así, que no le digan, que no le cuenten: el punto y coma sigue dando batalla.
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